Sobre la función materna, por Laura Gutman

El recién nacido, un ser incapaz de satisfacer sus propias necesidades, depende absolutamente de alguien. A estos cuidados que requiere para convertirse en persona, podemos llamarlos función materna.
Esta función está vinculada con esos cuidados físicos que necesita el recién nacido, pero además, implica mucho más, la presencia amorosa de quien la ejerce, aportando al bebé: alimento y confort, atención, palabras, caricias

Por esa razón, cuando el pequeño se siente abrazado y alimentado, satisface su malestar y a la vez recibe cariño y seguridad.
Poco a poco empieza a adquirir consciencia de que quien le atiende es una persona diferente a sí mismo y que se presenta y ausenta. La aparición y desaparición de quien ejerce la función materna le permiten captar su individualidad, lo que soy yo y lo que no soy yo, lo interno y lo externo.

Y no hay mejor referente para aclararnos en qué consiste la Función Materna que Laura Gutman, Psicopedagoga argentina, formada con la renombrada psicoanalista francesa Françoise Dolto y experta en familia, crianza y en psicología femenina en el puerperio, que con su centro, sus libros, conferencias y cursos para madres y profesionales, está poniendo en jaque los conceptos vigentes sobre la maternidad.

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Sobre la función materna

Comencé a transmitir profesional y sistemáticamente mis propuestas a fines de los años 80. Desde entonces intenté explicar la relevancia del amor materno y las consecuencias directas sobre la totalidad de la conducta humana posterior. Para mí estaba claro que si pretendíamos un mundo más amable, era imprescindible revisar los obstáculos individuales a la hora de maternar y proteger a cada niño pequeño. Sin embargo me llamaba la atención que no consideráramos estos temas como primordiales.
De todas maneras fueron pasando los años, publiqué una decena de libros, formé a cientos de profesionales, organicé conferencias en diferentes países y mientras tanto fui desarrollando una metodología de indagación personal que llamé la biografía humana. Este sistema –descrito en varios libros ya publicados,  especialmente en “La biografía humana”, “El poder del discurso materno” y “Amor o dominación los estragos del patriarcado”- intenta abordar la realidad real (valga la redundancia) del niño que hemos sido.  Sobre todo la implicancia de todo aquello que esperábamos recibir en nuestra condición de niños pero que no hemos recibido por parte de nuestra madre o figura maternante. Después de años de investigación comprometida, sigue apareciendo -en casi todas las biografías humanas- la misma evidencia: la experiencia de la falta de amor y la distancia entre nuestras expectativas como criaturas humanas y “eso” que hemos recibido en términos de fusión emocional y amparo.
Pero ¿Cuál sería la función materna? Es la identificación absoluta con el bienestar de la criatura.
Todas nuestras capacidades altruistas, empáticas y sociales en la adultez dependerán de lo que haya acontecido en la etapa primal de nuestras vidas según el caudal amoroso que nuestra madre haya derramado sobre nosotros. El amor materno al inicio de la vida puede convertirse en la garantía de paz y fraternidad futura. En cambio la falta de amor materno es el inicio del desastre ecológico del que todos somos víctimas. De hecho, si una civilización elimina la función materna, logra su propósito: genera guerras, practica el fratricidio, domina y gana (dinero, tierras, bienes, poder o lo que sea).
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Ahora bien, a pesar de describir la metodología de la biografía humana para acercarnos a nuestra propia realidad infantil, los lectores (en particular las lectoras mujeres) nos aferramos a la necesidad de que nos digan “cómo ser una buena madre”.  Sin embargo no sirve empezar por ahí. Sería como leer un libro comenzando por el último capítulo. Antes de pretender “hacer lo correcto” (¿“correcto” según qué vara moral?), precisamos abordar nuestra realidad emocional con los ojos bien abiertos. Comprender qué nos pasó, cómo hemos mandando a la sombra casi toda nuestra ternura, cómo hemos logrado sobrevivir y qué recursos emocionales están aún vibrando en nuestro interior para ponerlos a disposición del prójimo. Porque una cosa es “querer” hacer las cosas bien, y otra cosa muy distinta es comprendernos para luego poder sentir fusionalmente al otro. Sobre todo si ese otro, es un niño pequeño.
Laura Gutman